Reflexiones sobre el dominio del lenguaje en ausencia de la visión
Por: Filiberto Ugarte Rodríguez
Licenciado en Lingüística
Artículo publicado en la revista Lengua y Sociedad Volumen 13 N° 1, 2013. Instituto de Investigación de Lingüística Aplicada (CILA).
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
En este trabajo se pretende esclarecer por qué el lenguaje puede ser dominado aunque falte el sentido de la vista. Nuestras conclusiones revelan que la ceguera, al no ser una discapacidad mental, y al no impedir la interacción con los demás, no bloquea la capacidad para la adquisición, el conocimiento y el uso de cualquier lengua.
Palabras clave: dominio, lenguaje, ceguera, sistema cognitivo, uso.
In this article we try to clarify why the domain of language is not halted in the absence of the sense of sight. Our conclusions reveal that, since blindness is not a mental disability, nor does it impede one’s capacity to interact with others, it does not therefore interfere with the acquisition, knowledge and use of any given language.
Key words: domain, language, cognitive system, blindness, use.
El objetivo de este trabajo es esclarecer por qué el dominio del lenguaje puede lograrse aunque falte un sentido tan importante como la vista.
Puesto que me ocuparé del lenguaje en ausencia de la visión, he creído conveniente centrarme solamente en los ciegos de nacimiento o en los que han perdido la vista a una edad muy temprana (no superior al primer año de vida), ya que en estos casos, la influencia de las imágenes visuales en el dominio del lenguaje es nula o poco relevante.
He preferido emplear el término “dominio” en lugar de “adquisición”, pues no sólo me referiré a la adquisición lingüística, sino también al lenguaje una vez que ha sido adquirido; teniendo esto en cuenta, no me ocuparé de los ciegos con discapacidades mentales ni de los que tienen problemas psicológicos relevantes, pues en estos casos la adquisición del lenguaje puede verse seriamente afectada (Pérez Pereira y Castro, 1994).
Aunque no necesariamente me he basado en los fundamentos de la teoría generativa-transformacional, el lector advertirá que haré énfasis en la idea de la capacidad generativa del lenguaje, subrayada por Chomsky.
La información expuesta en este artículo está basada: a) en las conversaciones espontáneas de 18 niños ciegos, que grabé en 1999 en el colegio especial San Francisco de Asís, Lima, Perú (dichas conversaciones están registradas en mi tesis de Licenciatura, citada en la bibliografía de este artículo); b) en el testimonio de un ciego adulto, que recolecté en 2008; c) en las investigaciones y trabajos sobre ceguera y lingüística que se citan en las referencias bibliográficas; d) en mi propia experiencia, pues además de ser lingüista, soy ciego desde los 9 meses de nacido.
Este trabajo empieza con un apartado donde se aclaran o definen algunos términos importantes para la comprensión de lo que se expondrá en las secciones sucesivas. Seguidamente, nos centraremos en los dos aspectos fundamentales que posibilitan la adquisición lingüística: el aspecto interno, es decir, la capacidad del niño para adquirir el lenguaje, y el aspecto externo, que puede recibir también el nombre de experiencia o interacción social.
Luego nos ocuparemos sobre el sistema cognitivo del lenguaje, a fin de esclarecer por qué la falta de las imágenes visuales no bloquea el funcionamiento de la lengua que el ciego ha adquirido. Por último, nos centraremos en el uso de la lengua en ausencia de la visión, para luego finalizar con las conclusiones y referencias bibliográficas.
Aprovecho la ocasión para expresar mi más sincero agradecimiento a todas las personas que han colaborado conmigo en este artículo a través de sugerencias, observaciones o comentarios.
Palabras clave: dominio, lenguaje, ceguera, sistema cognitivo, uso.
Sería muy ambicioso si en este trabajo propusiera definiciones inmutables y generales sobre lo que es el lenguaje y la lengua. Ciertamente, puede haber muchas ideas o posturas sobre el funcionamiento del lenguaje, y dichas ideas pueden cambiar con el tiempo. Sin embargo, a fin de evitar confusiones o problemas de ambigüedad, procederé a continuación a esclarecer a qué me referiré cuando emplee algunos términos en este artículo.
a) Sistema cognitivo del lenguaje: puede ser entendido como el conocimiento que un hablante tiene de su lengua. Se puede decir que es un sistema en el sentido de que sus componentes (ya sea que estén regidos por principios, reglas, etc.), están organizadamente interrelacionados. En este trabajo haré énfasis en tres aspectos de dicho sistema, a saber:
Asimismo, en muchas ocasiones, por razones prácticas, usaré el término “lengua” para designar al sistema en mención.
b) Uso: con este término me referiré al empleo que se hace de la lengua para lo que se desee.
c) Lenguaje: facultad que tienen los seres humanos para comprenderse y expresarse mediante una lengua. Aunque en este trabajo no se pretende discutir hasta qué punto están ligados el sistema cognitivo del lenguaje y su uso, debe quedar claro que, dominar el lenguaje implica conocer la lengua y hacer uso de ella.
d) Vidente: persona que ve, es decir, que no es ciega.
1. La capacidad para la adquisición del lenguaje
Podemos decir que uno de los aspectos más importantes para adquirir el lenguaje es que el niño tenga la capacidad mental que haga posible dicha adquisición, y como sabemos, la ceguera en sí misma no bloquea esta capacidad. Sin embargo, no existe un acuerdo único sobre cómo funciona dicha capacidad y bajo qué mecanismos opera.
Así, el hecho de que los ciegos, a pesar de no ver el mundo, puedan adquirir el lenguaje con éxito, parecería reforzar la idea de que existe un equipamiento lingüístico innato, como sugiere Chomsky al postular la gramática universal; sin embargo, la gran importancia que la interacción social desempeña en la adquisición del lenguaje en ausencia de la visión podría también reforzar otros enfoques de la adquisición del lenguaje, como el de Bruner, que, si bien no niega que podría existir una gramática universal, hace énfasis en el importante papel que en la adquisición lingüística desempeña la interacción entre el niño y el adulto; asimismo, Bruner considera que “la adquisición del lenguaje parece ser un subproducto (y un vehículo) de la transmisión de la cultura”, y sostiene que la sintaxis, la semántica y la pragmática no pueden ser aprendidas independientemente una de otra (Bruner, 1983: 102).
Sin embargo, también se podría suponer, como sugieren Sperber y Wilson, autores de gran renombre en la actual pragmática, que así como puede hablarse de un estado inicial innato de la lengua, también existiría un equipamiento innato destinado a lo que ellos denominan comunicación ostensivo-inferencial, donde se subraya el uso de la lengua tomando en cuenta la intención del emisor para hacerse comprender por el destinatario, así como las inferencias que éste realiza para comprender al emisor (Sperber y Wilson, 2004).
Sea como fuere, puesto que los enfoques sobre la adquisición lingüística son divergentes y hay discrepancias sobre qué es lo realmente innato en el lenguaje, en este trabajo no nos proponemos especificar en qué radica o cómo funciona la capacidad para la adquisición lingüística. Lo que pretendemos recalcar es que la ceguera, al no ser una discapacidad mental, no afecta a las disposiciones internas del niño (cualesquiera que éstas sean) que permiten o hacen posible la adquisición y el uso de una lengua; y ciertamente, si hay una capacidad para la adquisición del lenguaje, es obvio que dicha capacidad se encuentra tanto en videntes como en ciegos.
2. Ceguera e interacción social
Existe clara evidencia de que en la adquisición del lenguaje del niño ciego, la interacción, además de ser esencial, adquiere importancia significativa, pues en cierto modo, los demás le ayudan a que se contacte con el mundo que no puede ver (Pérez Pereira y Castro, 1994; Leonhardt, Cantavella y Tarragó, 1999). Sin embargo, la falta de la vista no implica que dicha interacción sea muy diferente de la que se realiza entre los padres con los niños videntes; ciertamente, si los padres tratan de prestar atención y de corresponder a los actos e intenciones del niño ciego, y si tratan de que su hijo tome contacto con su entorno, el niño ciego puede ir oyendo, tocando, y sintiendo todo lo que le rodea, y puede captar el sentido de las palabras que escucha.
Supuestamente, el ciego tendría más limitaciones en la asimilación de conceptos de seres y objetos que le resultan poco accesibles; así, cualquiera podría preguntarse cómo el ciego adquiere los conceptos de los seres y objetos que no puede tocar (lobo, león, estrellas, etc.).
En efecto, aunque se puede escuchar el rugido del león, es poco probable que el ciego pueda tocar a dicho animal, y es imposible tocar una estrella. Pero esta limitación puede ser superada en cierto modo mediante la interacción del ciego con los demás; así, aunque al ciego le sea difícil o imposible tocar algunos objetos, puede obtener información verbal de ellos (Peraita, 1992). Asimismo, si se da la ocasión, los adultos también pueden hacer que el niño ciego explore con el tacto las representaciones de dichos objetos en forma de esculturas, dibujos en alto relieve, etc.). Y si el ciego no tiene discapacidades mentales relevantes, podrá incluso hablar sobre dichos conceptos de una manera coherente.
Además, téngase presente que en muchas ocasiones, al hacer uso de cualquier lengua, no necesariamente hay que poseer un total conocimiento de la forma, el color o el aspecto de los seres y objetos. Por ejemplo, a un ciego se le puede preguntar: ¿te gustó la limonada”, y fácilmente podría responder lo que desee aunque no sepa de qué color es la limonada. Asimismo, un ciego puede decirle a alguien: “quiero una taza de leche”, y obtendrá lo que quiere aunque no sepa de qué color es la leche. En efecto, cuando hablamos sobre un objeto, o cuando escuchamos que se habla de él, podemos centrarnos en la información que deseamos y relegar la información que no nos interesa (Lenneberg, 1975).
Y aunque a veces, según el contexto o situación, es necesario saber de qué color es un ser u objeto, hay que tener en cuenta que los ciegos también pueden acceder (aunque de un modo indirecto) al conocimiento de los conceptos referidos a aspectos netamente visuales, tales como los colores. Nuevamente, podemos observar que este conocimiento es posible gracias a la información verbal que los ciegos obtienen de los demás. Por ejemplo, si un niño ciego escucha que alguien dice: “la hierba es verde”, tarde o temprano entenderá que “verde” es un atributo que de algún modo está calificando a la “hierba”.
Asimismo, es importante considerar que la ceguera, en la gran mayoría de los casos, no dificulta la asimilación de los conceptos de los verbos, que son de vital importancia en el lenguaje humano, debido, entre otras razones, a que los verbos tienen un papel crucial en la asignación de los llamados “roles temáticos” (agente, paciente, etc.).
Entonces, podemos decir que, al no afectar la ceguera a la capacidad para adquirir el lenguaje ni a la disponibilidad para la interacción social, la adquisición lingüística puede lograrse aunque falte el sentido de la vista, y el niño ciego, por medio de las personas que lo rodean, es capaz de tener acceso a gran cantidad de información sobre seres y objetos que no puede percibir directamente.
Ya hemos visto que la ceguera en sí misma no trae problemas significativos en la adquisición del lenguaje. Pero, a pesar de esto, podemos preguntarnos si la ausencia de la vista afecta en algo al funcionamiento de la lengua que el ciego ha adquirido. De hecho, son necesarias más investigaciones para describir minuciosamente la lengua y el uso de la misma en los limitados visuales. Sin embargo, si hablamos con un ciego que ha adquirido el lenguaje y que no tiene problemas serios de carácter mental ni psicológico, prácticamente no encontraremos problemas para comunicarnos con él, o en todo caso, los problemas no serán relevantes, y este simple hecho nos da claros indicios de que el ciego puede dominar su lengua como lo puede hacer un vidente.
Sin embargo, se podría suponer que la limitación que los ciegos tendrían en la lengua estaría en la imagen conceptual, es decir, en lo que Ferdinand de Saussure, al referirse al signo lingüístico, denominaba “significado”, y esta suposición podría basarse en que los ciegos no poseen en su mente las imágenes visuales de los conceptos; por ejemplo, el ciego puede tener una imagen táctil de una taza o de una mesa, pero carece de cualquier imagen visual de dichos objetos. Sin embargo, el hecho de que en la mente del ciego no existan imágenes visuales no implica que esté afectado el sistema cognitivo del lenguaje.
Precisamente, con respecto a esto, nótese que las supuestas limitaciones que los ciegos podrían tener en dicho sistema se harían notorias si sólo consideráramos el significado de cada palabra aislada de las demás. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la lengua no está constituida por palabras aisladas, por el contrario, es notorio que en el léxico mental, las palabras presentan un alto grado de organización y además están predispuestas a relacionarse entre sí (Aitchison, 1994), y también es evidente que el léxico y todos los demás componentes de la lengua (que comúnmente denominamos fonología, sintaxis, etc.) están sumamente interrelacionados.
Por ejemplo, si un ciego analizara separadamente el significado de las palabras “niño, maestro, reprender”, fácilmente advertiría que no posee las imágenes visuales del concepto de “niño” o de “maestro”. Sin embargo, sería inútil que dicho ciego aprendiera sólo palabras aisladas.
Para que ese aprendizaje sea realmente fructífero para él, sería necesario que sepa cómo combinar en una lengua los morfemas o las palabras para formar oraciones adecuadas desde el punto de vista sintáctico y semántico, y como se sabe, la ceguera no ocasiona limitaciones en esos aspectos; así, cualquier ciego, con las mencionadas palabras, podría comprender o producir fácilmente una oración como: “el maestro reprende al niño”.
En dicha oración, observamos que el ciego, al igual que el vidente, puede asimilar el significado del verbo “reprender”, y puede captar sin problemas los roles temáticos que impone dicho verbo, en este caso, alguien que reprende (agente), y alguien que es reprendido (paciente). Por lo tanto, si tenemos en cuenta a la capacidad generativa de la lengua y a la predisposición de sus componentes o subsistemas para relacionarse entre sí, observamos que las limitaciones semánticas que supuestamente el ciego tendría en el léxico se hacen prácticamente irrelevantes.
Nótese además que de Saussure ya reconocía que en la lengua los signos tienen valor sólo si se toman en cuenta las relaciones sintagmáticas y asociativas entre ellos; por esto, incluso hablando en términos saussurianos, puede decirse que, aunque los ciegos no tengan imágenes visuales en el signo lingüístico, esta supuesta limitación se hace irrelevante, pues la ceguera no bloquea la capacidad para relacionar sintagmática y asociativamente tanto los signos lingüísticos como los elementos que los componen.
Entonces, si la vieja postura saussuriana en cierto modo nos induce a inferir que los ciegos pueden dominar la lengua, con mayor razón una moderna postura lingüística, como la de Chomsky, nos induce a recalcar que la ceguera en sí misma no afecta al funcionamiento del sistema cognitivo del lenguaje, pues aunque falte la visión, no queda bloqueada la capacidad para generar y comprender oraciones infinitas.
Por otra parte, es verdad que la ceguera puede limitar de un modo más notorio el acceso a ciertos conceptos o atributos netamente visuales, tales como los colores. Sin embargo, podemos observar que el sistema cognitivo del lenguaje no necesariamente queda afectado cuando en él se carece de algún tipo de información, como podría ser, por ejemplo, la falta del conocimiento concreto de las distinciones semánticas entre los colores.
De hecho, es muy probable que un ciego sepa que en español hay colores que están contrariamente opuestos, tales como “blanco” y negro”, ya que puede captar esta oposición al escuchar oraciones como: “los blancos esclavizaban a los negros”, “esta película está en blanco y negro”, etc.; sin embargo, el ciego podría ignorar por completo algunas distinciones entre colores sin que esto cause problemas en el funcionamiento del sistema cognitivo del lenguaje.
Así, podemos advertir que en español hay colores muy similares, tales como “marrón” y “pardo”, hasta el punto de que en inglés, estos dos colores son designados con un único término, es decir, “brown” (Dubois, 1973); sin embargo, cuando en 2008 le pregunté a un ciego de nacimiento, de 38 años y con educación superior, si sabía cuán diferentes o similares eran el marrón y el pardo, aseguró que no conocía si hay alguna similitud entre ambos colores y que no le interesaba acceder a dicho conocimiento, pues (según dijo) siempre ha mostrado escaso interés por los colores y sus distinciones. De esto se deduce que, si esta persona tiene escaso interés por los colores, no sólo es porque no los puede ver, sino también porque es consciente de que el desconocimiento directo de las imágenes de los colores no es una limitación significativa en el lenguaje.
En efecto, es bien sabido que la falta de la idea sensorial de los colores o de otros conceptos preponderantemente visuales no ocasiona desórdenes de tipo semántico en la organización del léxico mental. Asimismo, como dijimos en la sección anterior, los ciegos pueden captar indirectamente la idea de los colores a través de los demás, y por lo visto, esto es suficiente para que puedan generar oraciones relacionadas a colores cuando lo crean necesario.
Por ejemplo, si un invidente pierde su maletín y de antemano sabe que es verde, le sería fácil comunicar la noticia de la pérdida de su maletín y podría insinuar que le ayuden a buscarlo, usando la palabra “verde” del modo que prefiera; así, podría generar oraciones como: “Mi maletín es verde y se me ha perdido”; “se me ha perdido mi maletín, que es verde”. “tengo un maletín que se me ha perdido y es de color verde”; “se me perdió mi maletín, me dijeron que es verde”; etc.
Entonces, puesto que la ceguera en sí misma no bloquea la capacidad para generar y comprender oraciones infinitas, nos es fácil deducir que, tanto los ciegos como los videntes, las generan y las comprenden valiéndose de los mismos mecanismos y disposiciones mentales. Así pues, más que una limitación lingüística, en el ciego hay una limitación cognitiva de otro tipo, que consiste simplemente en no conocer directamente las imágenes visuales de los seres y objetos, y como hemos visto, esta limitación es irrelevante en el sistema cognitivo del lenguaje.
Si consideramos que, dominar el lenguaje implica conocer una lengua y hacer uso de ella, y si advertimos que el ciego nace con la capacidad para lograr dicho dominio, podemos deducir que será capaz de emplear la lengua para el fin que desee, y esto no debe asombrarnos si tenemos en cuenta que la ceguera en sí misma no afecta a los procesos cognitivos tales como la memoria, el razonamiento, etc., y por lo tanto, tampoco trae limitaciones en los mecanismos pragmáticos que intervienen en el uso lingüístico.
Puesto que, entre otros aspectos, podemos valernos de la lengua para comprender o captar lo que se nos transmite y para generar las expresiones, frases u oraciones que deseamos, expondremos a continuación algunas observaciones sobre el uso lingüístico en ausencia de la vista, considerando primero la comprensión y luego la producción.
1. Algunas observaciones sobre la comprensión
Podemos deducir que, a una persona (ciega o vidente) le será más fácil entender algo que le es accesible o que le interesa, y por el contrario, le será más difícil comprender lo que le es desconocido o poco accesible.
Supongamos que un ciego escucha los comentarios de un pintor acerca de la belleza de las combinaciones de colores de un cuadro; en ese caso, el ciego, al no conocer directamente los colores, tal vez no podrá asimilar los comentarios del pintor como lo haría una persona que ve, pero si el ciego no siente interés por ese tema, no le importará el hecho de no comprender totalmente lo que el pintor dice; y si dicho tema le causara cierto interés, le podría hacer al pintor las preguntas que desee.
Por tanto, así como sucede con los videntes, los ciegos, en su calidad de destinatarios de lo que alguien dice en una lengua, pueden prestar atención a lo que deseen o a lo que les interese, y pueden relegar o ignorar los aspectos que les son innecesarios o indiferentes.
Ahora bien, es obvio que el ciego no puede ver los gestos, los actos o los ademanes que hacen los hablantes, y esto puede ocasionar que el ciego a veces no capte algunos aspectos de la información de un contexto dado o de una situación concreta. Sin embargo, esto tampoco se debe a un defecto en la capacidad para usar la lengua, sino al hecho de que el ciego no puede captar la información visual.
Nótese también que las expresiones lingüísticas que acompañan a los gestos de los hablantes, los matices o variaciones de la voz, así como el conocimiento previo que el ciego posee sobre la situación o el contexto, suelen superar en cierto modo los inconvenientes de no ver los gestos o actos de los demás. Así, el ciego, al oír la voz de una persona, puede saber si está triste, molesta, etc.; estas limitaciones pueden incluso ser prácticamente eliminadas si el interlocutor sabe que está hablando con un ciego; así, el interlocutor puede sustituir los gestos por palabras, o puede describirle al ciego una situación que la falta de la vista no le permite comprender directamente.
Entonces, el hecho de que el ciego carezca de la información visual en ocasiones puede traer como consecuencia que no entienda algunas situaciones dadas en un momento concreto, pero esto no se debe a trastornos en el uso lingüístico, sino a que el ciego no tiene acceso a la información captada a través de la vista.
2. Algunas observaciones sobre la producción
Es lógico que, por lo general, los seres humanos nos sintamos inclinados a no hacer afirmaciones sobre lo que no conocemos o sobre lo que no nos resulta familiar. Por ejemplo, podría haber un ciego que prefiera no hacer comentarios sobre la calidad de una foto, pues, al no conocer las imágenes visuales, es posible que no se sienta motivado a hacer tales comentarios; pero también podría suceder que un vidente prefiera no afirmar algo que de repente no conoce, como puede ser, por ejemplo, algún tema sobre física cuántica.
Por tanto, el hecho de que alguien prefiera no hacer afirmaciones sobre algo que no conoce no ocasiona limitaciones relevantes en el uso de la lengua. En todo caso, si alguien (ciego o vidente) decide hablar sobre lo que no conoce, obviamente preferirá no hacerlo por medio de afirmaciones, sino mediante preguntas, tales como “¿Qué es esto?, o por medio de otras expresiones que revelen el desconocimiento del interlocutor o el deseo de conocer un determinado tema o situación.
Sin embargo, es cierto que en algunas ocasiones, los ciegos, sobre todo si son niños, aunque nadie les induzca a hacerlo, pueden producir oraciones afirmativas semánticamente incorrectas debido a la falta del conocimiento de alguna cosa. Por ejemplo, en 1999, mientras yo grababa las conversaciones espontáneas de niños ciegos en el colegio San Francisco de Asís (Lima, Perú), uno de ellos se refirió a la ballena sin que nadie le indujera a hacerlo, y entre otras cosas dijo: “Tiene una pata la ballena”.
Sin embargo, estas oraciones no se daban frecuentemente en aquel niño y tampoco se suelen dar con frecuencia en los ciegos (Ugarte, 2000); y si en algunas ocasiones se dan, esto no afectará al lenguaje en sí mismo, ya que estos problemas pueden corregirse si de algún modo se le hace notar al ciego que está equivocado en el conocimiento de alguna cosa. Asimismo, es necesario recalcar que el hecho de afirmar algo que se desconoce también puede darse en los videntes, por ejemplo, cuando un alumno responde equivocadamente a las preguntas de un examen debido a que posee un conocimiento deficiente o inadecuado acerca del tema en que se basan las preguntas.
Por último, como hemos observado a lo largo de este trabajo, el hecho de que el ciego a veces haga uso de términos referidos a aspectos visuales no necesariamente significa que está hablando de lo que desconoce o que está imitando o repitiendo lo que dicen las personas que ven. Como es sabido, los ciegos pueden emplear verbos de carácter visual porque sienten que también pueden usar estos verbos a su manera.
Así, tal como lo haría un vidente, un ciego puede usar el verbo mirar en forma imperativa para mostrarle algo a alguien. Por ejemplo, mientras yo recolectaba las conversaciones espontáneas de niños ciegos en el colegio San Francisco de Asís, uno de ellos, dirigiéndose a su profesora (que no era ciega) le dijo: “Señorita, mire cómo me han cortado el pelo”. Así pues, si lo consideran necesario, los invidentes pueden hacer libre uso de términos referidos a aspectos visuales, y esto es una prueba más de la creatividad del lenguaje humano.
Podemos decir que el dominio del lenguaje, aunque falte la visión, puede lograrse debido a lo siguiente:
1. La adquisición del lenguaje, ya sea que esté motivada o controlada por equipamientos lingüísticos innatos y/o por disposiciones internas generales, no es impedida por la ceguera en sí misma, ya que ésta, al no ser una discapacidad mental, no ocasiona trastornos en la mente del niño.
2. La interacción del niño con las personas de su entorno (sobre todo con los padres) desempeña crucial importancia en la adquisición lingüística, y ciertamente, la ceguera no bloquea dicha interacción.
3. La ceguera no afecta a la lengua que se ha adquirido, ya que las supuestas limitaciones semánticas del ciego, como la carencia de las imágenes visuales de los seres y objetos o la falta del conocimiento directo de las distinciones entre los colores, se hacen irrelevantes debido a que:
a) La ceguera en sí misma, al no provocar perturbaciones cerebrales o mentales, no bloquea la potencialidad que el ser humano dispone para generar y comprender un número ilimitado de frases y oraciones
b) En el léxico mental las palabras no están aisladas, sino que están predispuestas a relacionarse entre sí; y el ciego, como el vidente, tiene la capacidad para organizar en el léxico de su lengua la información necesaria para la adecuada construcción semántica de las oraciones.
c) Para que la generación, producción y comprensión de frases u oraciones se lleve a cabo con éxito, es necesario que estén interrelacionados el léxico y los demás componentes de la lengua (sintaxis, fonología, etc.); y es evidente que la ceguera no impide esta interrelación.
4. La ceguera en sí misma, al no ocasionar desórdenes de tipo mental, no impide el adecuado uso de la lengua. Asimismo, ténganse en cuenta los siguientes hechos que facilitan al ciego el uso lingüístico:
a) Hay muchas palabras que pueden ser asimiladas y usadas sin la intervención de la vista;; por ejemplo, verbos como “pensar”, preposiciones como “de”, sustantivos como “agua”, etc..
b) Aunque el ciego no conozca directamente algunos atributos que sólo son percibidos por la vista (tales como los colores), en muchas ocasiones no es indispensable conocer toda la información de los seres u objetos, pues al momento de producir o entender las oraciones, los ciegos, (y también los demás seres humanos), de acuerdo a sus intereses o a su realidad, pueden relegar o enfatizar las propiedades del significado de los seres y objetos, sin que por ello haya problemas relevantes en la comprensión o producción de las oraciones. Así, al hablar de un objeto como “mesa”, podemos centrarnos en su forma o aspecto, pero también podemos relegar esas propiedades y enfatizar otras, como pueden ser, la utilidad de dicho objeto, las emociones que nos transmite, etc.
c) Si en algunos casos es necesario hacer uso de palabras referidas a conceptos captados generalmente con la vista, el ciego puede asimilar de modo indirecto el significado de estas palabras, teniendo en cuenta el contexto en que los demás las usan o mediante la información proporcionada por las personas que ven. Así, el ciego puede acceder al uso de palabras que se refieren ya sea a seres u objetos que no puede tocar (“lobo”, “león”, “estrellas”, etc.), o a atributos y acciones netamente visuales como los colores o verbos tales como “ver” o “mirar”.
d) Aunque haya aspectos que, por ser percibidos sólo por la vista, no pueden ser directamente conocidos por el ciego, esto no afecta relevantemente al uso que se hace del sistema cognitivo del lenguaje, pues los seres humanos (y en consecuencia también los ciegos) tienen la posibilidad de no hacer afirmaciones sobre lo que no conocen, sin que por ello resulte afectado el libre uso de la lengua.
AITCHISON, Jean (1994): Words in the mind: an introduction to the mental lexicon. 2nd ed.
BRUNER, Jerome (1983): El habla del niño: aprendiendo a usar el lenguaje. Editorial Paidós, Barcelona.
CHOMSKY, Noam. (2002): New horizons in the study of language and mind. Cambridge University Press.
DE SAUSSURE, Ferdinand (1972): Curso de lingüística general. Alianza Editorial Madrid.
DUBOIS, Jean (1973): Diccionario de Lingüística. Alianza Editorial. Madrid.
LENNEBERG, Eric (1975): Fundamentos biológicos del lenguaje. Edición castellana, Alianza Editorial. Madrid.
LEONHARDT, Mercé, CANTAVELLA Francesc, y TARRAGÓ Remei (1999): Iniciación del lenguaje en niños ciegos: un enfoque preventivo.
PERAITA Herminia (1992): Representación de categorías naturales en niños ciegos. Editorial Trotta, S. A. Ferraz. Madrid.
PÉREZ PEREIRA, Miguel y CASTRO, Josefa (1994): El desarrollo psicológico de los niños ciegos en la primera infancia. Editorial Paidós. Buenos Aires.
UGARTE RODRÍGUEZ, Filiberto (2000): Estudio sobre el verbalismo en el habla de los niños escolares ciegos de 4 a 7 años. (Tesis, Lic. UNMSM). Lima.
WILSON, Deirdre y SPERBER, Dan (2004): La teoría de la relevancia. Versión española publicada en laRevista de Investigación Lingüística, Vol. VII (Universidad de Murcia).
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