A pesar de las leyes y normas que en el Perú se han promulgado en favor de las personas con discapacidad y del incuestionable apoyo de las instituciones de ciegos, yo diría que en nuestro país todavía queda mucho por hacer en relación a la mejora de la situación de los limitados visuales. Por ejemplo, en Lima todavía hay mucha gente que sigue discriminando o marginando a los ciegos (claro que tampoco podemos generalizar, pues también hay personas muy buenas y respetuosas).
Por otra parte, habría que reflexionar y preguntarnos qué tan provechoso es el hecho de que en Lima haya tantas asociaciones de ciegos, y por qué, a pesar de los intentos que se hacen, es difícil que se trabaje de manera unida y coordinada, pues a veces, por muchas razones, surgen serias discrepancias entre los mismos ciegos; y esto dificulta el desarrollo de los limitados visuales; en efecto, es un hecho que si los ciegos no nos unimos, más complicado será que hagamos grandes cosas como colectivo. Sea como fuere, no debe creerse que este problema de desunión es sólo de los invidentes, pues es bien sabido que también hay conflictos o rivalidades entre los políticos, congresistas, etc.
Asimismo, podemos darnos cuenta de lo mucho que en el Perú nos falta cuando pensamos en algún país de primer mundo como Estados Unidos. Por ejemplo, en ciudades como Boston, el ciego puede subir cómodamente con su perro guía a un ómnibus público o al tren eléctrico, y la gente suele tratar con educación y respeto a las personas con discapacidad.
Ahora bien, regresando al Perú, se observa que cuando las autoridades desean apoyar a los ciegos, a veces lo hacen sin solicitar el asesoramiento de invidentes capacitados. Así, cuando nos apoyan, en ocasiones lo hacen mal, como sucedió hace algunos años, cuando se crearon los nuevos soles y en las monedas también se acuñaron los números en sistema Braille para que los ciegos pudiesen saber cuánto valía cada moneda; sin embargo, los números en Braille que se acuñaron, , aunque se podían apreciar con la vista, resultaron totalmente ilegibles para el tacto por carecer del relieve suficiente y por ser demasiado pequeños para ser leídos con los dedos.
Por otra parte, es posible que en el Perú haya invidentes que no surgen porque no hacen lo suficiente; pero también, muchas veces, aunque el ciego se esfuerce, los resultados no son satisfactorios por la falta del apoyo de la sociedad o de las autoridades.
Por último, para terminar estas líneas de una manera positiva, téngase presente que, por medio de las reflexiones que aquí se han expuesto, lo que se pretende es:
a) motivar a las autoridades a que brinden a los ciegos peruanos el apoyo necesario, haciendo cumplir las leyes y normas que nos favorecen.
b) reiterar a las personas que ven (y sobre todo a las autoridades) que, si desean crear algún proyecto que favorezca a los ciegos, deberían primero solicitar el adecuado asesoramiento de invidentes capacitados a fin de analizar la eficacia y factibilidad del proyecto que se quiera llevar a cabo;
c) concientizar a la población para que valore a los invidentes, ya que ellos también son útiles en la sociedad y pueden hacer grandes cosas; y
d) motivar a los ciegos a que trabajemos más unidos, pues mientras haya más unión, haremos cosas más grandes.
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